¡Don EGO estaba caminando cuando conoció a ESPEJO! Y de repente y sin saber por qué los dos se enamoraron. Todo parecía ir bien pero a los pocos días EGO empezó a ver unas fisuras en el cristal, que realmente recordó ver desde un principio. Lo obvió.
Al cabo del tiempo, la relación se esfumó porque EGO consideraba que ese espejo se rompería en mil pedazos y le haría cicatrices. Acto seguido, don EGO quiso ayudar a ESPEJO en el proceso de reparación. No podía parar de pensar en las 1001 instrucciones que podía darle. Era algo tremendamente difícil. Lo intentó y no hacía más que romperse en pedazos una y otra vez.
Así donde EGO encontró a don TERAPIA, quien le dijo. Recuerdas cuando ESPEJO ‘’no estaba roto’’… Míralo y observa tu cristal… No te das cuenta de que tienes las mismas rajas’’.
Don EGO salió corriendo de la conversación. No quería saber más. Pero por matemáticas, y con el paso del tiempo, entendió que el estaba también roto. Debía de arreglarse antes de arreglar a alguien. E incluso esto último tampoco era válido.
Realmente llegó a la conclusión de que debía arreglarse para servir como ejemplo. No debía ayudar desde el EGO. Debía de ser un referente. Todos caemos en esa trampa. Queremos obviar el tremendo trabajo que requiere nuestra persona traspasándolo a otra. Evadimos nuestra responsabilidad.